17. El profesor deseable

Hemos preferido cambiar la reflexión sobre el profesor ideal por la del profesor deseable.
No tengo una descripción de qué cualidades deberían definir al profesor ideal, pero sí unas nociones de las características deseables en un docente que pretenda desempeñar su labor con la mayor dedicación y eficacia posible.
En nuestra modesta opinión, un profesor que quiera desarrollar su labor docente de manera apropiada debe ser alguien humilde. Esta es la mayor virtud que puede mostrar un profesor. Humildad a nivel personal e intelectual, que le permita estar siempre dispuesto a aprender, a aprender de sus alumnos, de sus compañeros, de sus experiencias, de todo lo que la vida ofrece en forma de vivencias. La humildad es una idiosincrasia necesaria para la constante mejora y evolución del docente.
Además de humildad, un profesor debe elegir como rasgos de su personalidad la paciencia y la perseverancia. La tarea de educar no tiene tiempo ni espacio definidos. Nunca es tarde para quien se perdió en el camino de la educación, y no hay un lugar privilegiado donde reencontrarse con ella. 
Humildad, paciencia y perseverancia. Si a estos tres elementos le sumamos la empatía, la empatía en su sentido más clásico, el ponerse en el lugar del otro, de sus alumnos, de su edad y de su circunstancias. La memoria es un buen aliado de la empatía, puesto que todos hemos pasado por la terrible etapa de ser un adolescente idiota. 
Siendo humilde, paciente, perseverante y empático, el docente dispondrá de los instrumentos para enfrentarse a la infinita diversidad de circunstancias que se desenvuelven en el aula y el centro escolar. 

Y aquí os dejo una foto del tenedor más famoso de Suiza:



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