19. Los conflictos en el aula
La trasmisión de conocimientos académicos es una pequeña parte de la labor docente. En el aula la convivencia es clave para el desarrollo de la clase, para que se viva una experiencia de aprendizaje en la clase el clima debe ser sostenible y soportable, cuanto menos, para que alumnos y profesor no encuentren en las horas lectivas una dosis diaria de tortura inasumible.
Gestionar los antagonismos, es decir, el profesor debe estar preparado para afrontar el conflicto, para canalizarlo o solucionarlo. El profesor debe ser un funambulista del conflicto, debe pasar por él sin caer al vacío, llevando las posturas enfrentadas a una misma orilla del abismo.
Y debe, además, procurar no ser nunca fuente del conflicto, debe ser el agua que apague los incendios, y no la cerilla que los prenda.
Tan importante como su labor académica, o incluso más, es su labor social. Del aula pueden salir buenos o malos matemáticos, buenos o malos angloparlantes, pero lo que se debe procurar siempre es que salgan seres humanos, personas, compañeros, debe, en definitiva, conservar la inocencia del niño y fomentar la sensatez del adulto en el adolescente. Debe hacer a la vez de puente y de soporte. El profesor tiene la labor más importante de nuestra sociedad: debe ayudar a que el niño se convierta en adulto sin que el bache de la adolescencia destruya al primero y envenene al segundo.
Un profesor debe ser, ante todo, un modelo de vida, y mostrar una capacidad de aguante que demuestre a los adolescentes que lo impulsivo es siempre de alguna forma violento, y como elemento violento, su consecuencia es la violencia.
Una fondue genuina de suiza, el paraíso del queso.
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